Las tribus del fin del mundo

En un artículo anterior donde hablábamos de las estáncias comentamos brevemente sobre algunas de las tribus que habitaban la patagonia (los Patagones) y cómo la ganadería extensiva fue poco a poco expulsandolos de sus tierras.

En la zona más austral del mundo, la región Magallánica y Tierra del Fuego, la historia no fue diferente, incluso algo más agresiva si cabe que con los Mapuches y Tehuelches.

Cuando Magallanes descubrió su famoso paso que dividía el continente Sudamericano con la isla de Tierra del Fuego, ya estuvo en contacto con algunas de estas tribus. Pero fueron las posteriores expediciones y los misioneros quienes tuvieron mucha más relación con ellos y estudiaron las etnias locales. El Padre Agostini, famoso explorador que cartografió gran parte del campo de hielo Patagónico, y Martin Gusinde, antropólogo, etnólogo y sacerdore austríaco, que estuvieron con los Yaganes varios años documentaron la información que nos queda hoy sobre tribus ya extintas o a punto de extinguirse.

En todo el sur de la Patagonia las tribus se diferenciaban mayoritariamente por la manera en la que se trasladaban. Todas eran nómadas, pero algunas eran terrestres y otras preferían el medio marino. Cuando llegaron los caballos desde Europa, los Tehuelches y Mapuches rápidamente los utilizaron para poder alcanzar de manera más efectiva la extensión de sus territorios. Sin embargo más al sur, donde el contacto fue mucho menor, estas tribus se mantuvieron casi aisladas hasta principios del siglo XX.

Las tribus australes se dividían por un lado hacia el este y oeste de los Andes, y por otro norte o sur del canal Beagle (llamado así en honor al barco del Capitan Fitz Roy, donde también viajaba un jóven naturalista, Charles Darwin). En las islas y fiordos chilenos nos encontramos a los Kaweskar, la zona continental patagónica la habitaban los Tehuelches, y ya en Tierra del Fuego nos encontramos a las tribus Sek’nam y Yamanes. Estas tribus generan admiración por su capacidad de sobrevivir en un terreno tan inhóspito como éste.

Tiempo después de las expediciones de Fitz Roy y ya como paises independientes, tanto Chile como de Argentina tuvieron la necesidad de colonizar sus territorios soberanos más aislados y así se hizo imprescindible habitar y monetizar estas tierras. Para ello ambos países ofrecieron a cualquier extranjero la posibilidad de comprar la tierra a un precio muy barato si la trabajaban durante 30 años. Esto hizo que una gran cantidad de Europeos vinieran a buscar fortuna a esta zona. Croacia fue uno de los países que más exploradores envió, bien para construir estancias ganaderas o bien para la búsqueda de oro.

Esta colonización entraba en conflicto con los pobladores tradicionales de estas tierras, que no entendían de países, propiedades o de ganadería. 

Los Tehuelches, Sek’nam y Manekenk, tribus terrestres cazadoras,  tuvieron un conflicto con dicha colonización. Basados en el guanaco para su supervivencia, vieron peligrar su estilo de vida con la llegada de los estancieros que ocuparon su territorio. Sin embargo ellos vieron como de repente una gran cantidad de ovejas ocupaban el mismo territorio. Éstas eran más fáciles de cazar, tenían mejor carne y una lana perfecta para protegerse del frío. Los nativos no entendían el concepto de que el hombre “poseyera” un animal, de forma que los cazaban igual que hacían con sus guanacos.

Esto no gustó a los estancieros, quienes protegieron su ganado de todas las maneras posibles. En la mayoría de ocasiones llegaron a raptar a los indígenas y llegaron al punto del genocidio. De hecho contrataron los servicios del rumano Julius Popper, quien construyó su imperio patagónico gracias a la “caza” de indios Tehuelches y de la recolección de oro en la zona. Aquellos que no fueron asesinados fueron tratados como esclavos en el caso de los hombres, o como amas de hogar o limpieza en el caso de las mujeres. Otros fueron llevados a los “zoos humanos” de Europa, donde eran exhibidos como si fueran animales.

Por su lado las tribus canoeras, los Yamanes y Kaweskar, eran tribus nomádicas, y vivían prácticamente en su totalidad en la canoa donde viajaba sentada toda la familia. Solo se asentaban en tierra cuando la mujer quedaba embarazada. La habilidad para construir una canoa fuerte y robusta dictaminaría la capacidad de la familia para viajar más lejos, y acceder a otros pueblos o asentamientos para el comercio basado en el trueque. De hecho, fue la capacidad de llegar a sitios más indómitos lo que permitió a las tribus canoeras sobrevivir más tiempo. 

Los Yamanes, que habitaban las islas más australes, tienen un pasado increible. Casi toda su subsistencia se basaba en su capacidad de mantener un fuego encendido en la barca, y del conocimiento del terreno, el uso inteligente de los elementos naturales disponibles así como la pesca. Sus rituales eran únicos en el mundo y aún hoy los antropólogos se preguntan cómo podían sobrevivir al frío, teniendo en cuenta que iban completamente desnudos. De hecho no fue hasta las misiones y el contacto con occidente que empezaron a usar ropa. Algunos dicen que la evolución les dió un metabolismo diferente. También se cree que usaban aceites especiales con los que cubrían su piel y se impermeabilizaban.

A día de hoy solo queda un pequeño asentamiento Kaweskar en puerto Eden, al cual solo se puede acceder por barco donde viven cerca de 60 personas. Asímismo solo queda una única descenciente Yagan que sea “pura sangre” y hable el lenguaje. Han sido varias las tribus perdidas, el resto fueron completamente exterminados o integrados en la comunidad dejando solo el rastro que las fotografías y diarios nos permiten.

Supervivientes de las tribus Patagónicas

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