De Estancia en Estancia

Ruta 66, Desierto del Nullarbor, Panamericana, Carretera Austral, y Ruta 40 Argentina. Hay carreteras en el mundo que son emblemáticas y que todo amante de la conducción quiere atravesar al menos una vez en la vida.

Es el caso de la Ruta 40 en Argentina, que cruza el el país en vertical, y que permite atravesar la Patagonia, la Pampa, montañas y desiertos y disfrutar de la Argentina más verdadera y pintoresca de todas. Pasa por pueblecitos minúsculos con apenas una docena de habitantes, estaciones de servicio locales repletas de pegatinas de “ruteros” de todo el mundo y que con suerte tienen combustible ese día, y vientos fortísimos que mueven nuestro auto de un lugar a otro de la carretera. Y ripio (grava), mucho ripio.

Cuando uno plantea una ruta de este estilo, la preparación es fundamental. Conocer el estado de las carreteras, saber dónde se podrá repostar y dónde alojarse en el camino, así como los lugares a visitar durante el trayecto. Y en la Patagonia lo más habitual es quedarse en “Estancias” que suelen ser explotaciones ganaderas establecidas en tiempos de la colonización de desierto y que hoy algunas permiten a viajeros intrépidos pernoctar en sus instalaciones. Algunas de ellas ya han ido entrando en el turismo, pero antes de entrar en detalle de la explotación turística, ¿Cómo llegaron a existir las estancias?

Desde Europa lo poco que conocemos sobre los nativos americanos se centra en las tribus norteamericanas, que en las películas del oeste se peleaban con los vaqueros de la zona o con el séptimo de caballería. Era raro que se presentaran de manera clara las razones de esas batallas más allá de que unos “salvajes” disparaban flechas a la civilización. Si bien no hace falta leer mucho para descubrir el genocidio y demás atrocidades que los Estados Unidos hicieron a los pueblos nativos, dejándolos aislados y “protegidos” en sus reservas.

Sin embargo no se suele hablar casi nada de las tribus nativas de Sudamérica. Y fueron muchas y muy variadas. Desde los Incas, los Mapuches, los Tehuelches o Aonikenk, y muchas otras tribus como los Araucanios o los Puelches. Y la historia de la desaparición de muchas de estas tribus es demasiado poco conocida.

Durante la colonización del continente Sudaméricano, y al poco tiempo de conseguir la independencia de España, Chile y Argentina tenían dos problemas. El primero era la definición final de sus fronteras (donde Francisco Pascasio Moreno, también conocido como Perito Moreno jugó un papel fundamental). Y el segundo era la colonización de las zonas más aisladas de la Patagonia y cono sur para afianzar el poder del país en dichas áreas. El único problema era que dicha región estaba poblada por las tribus nativas, tradicionalmente nómadas y grandes conocedoras de la naturaleza y de los animales autóctonos.

En esa época Inglaterra ya había introducido la oveja a Sudamérica a través de las Malvinas (no en vano, una de las principales producciones ganaderas todavía hoy en Patagonia es el bovino de la raza merino, originaria Española). Y esto propició la situación perfecta para la colonización. Chile y Argentina decretaron una ley de colonización donde cualquier ciudadano nacional o extranjero podría usufructuar un terreno para la explotación ganadera en estas regiones remotas, y tras trabajarlo durante treinta años el gobierno se lo vendería a un precio nominal irrisorio. Así llegaron una gran cantidad de inmigrantes Europeos en una nueva era de colonización. Alemanes, Suizos (¿recuerdan que hablamos de la Colonia Suiza?), Ingleses, Croatas y Checos.

Todos ellos junto con sus familias trajeron sus vidas completas y establecieron grandes explotaciones ganaderas latifundistas. Construyeron pequeñas casas para vivir y establos para tratar el ganado (oveja y vaca mayoritariamente, pero también caballo), e iniciaron una nueva y próspera vida. Así nacieron las estancias donde vivía la familia y gestionaba su operación, y el resto de edificaciones de producción (galpones para la esquila, cuadras y establos, y un galpón para el “laburo” del animal y su posterior asado).

Muchas de estas familias estuvieron más de treinta años y efectivamente consiguieron tener sus tierras en propiedad. Las familias han sido propietarias de las tierras y los “loteos” (o parcelas), y de generación en generación han sobrevivido guerras, dictaduras y crisis económicas hasta el día de hoy. Otras no tuvieron tanta suerte y su estancia fue expropiada por los estados de Chile o de Argentina, bien por las dictaduras o bien por la creación de los parques naturales (como el caso de Torres del Paine en Chile o Parque de los Glaciares en Argentina).

De hecho, aun hoy existen problemas de vacas y caballos salvajes que estos ex-propietarios abandonaron tras marcharse, y contra todo pronóstico han conseguido sobrevivir todos los frios inviernos de la Patagonia.

Algunas estancias también fueron reductos de supervivencia de algunos Tehuelches. Al igual que se hizo con los aborígenes en Australia, durante la colonización y la usurpación de las tierras se separaban a niños de sus familias. Se tomaban a las mujeres como esclavas para servicio o limpieza (o incluso cosas peores) y en algunos casos se les exhibía en “zoos” de personas en Europa donde reunían distintas tribus del mundo. Algunas de las mujeres consiguieron huir e incluso establecer estancias y así salvar sus vidas.

A día de hoy las estancias suelen seguir siendo productoras, si bien las que han tenido la suerte de encontrarse en zonas turísticas (en parques naturales, o en rutas transitadas) han podido “pivotar” su negocio hacia el turismo, diversificando y mejorando sostensiblemente sus ganancias. De esta manera no es extraño encontrarse paquetes turísticos de “Un día en una estancia”, “Ser gaucho por un día” y “Conoce los secretos de la esquila tradicional”.

Estancia Nibepo Aike

A lo largo de nuestra ruta por la Patagonia hemos podido ver y analizar estos tipos de Estancias. Es probable que existan más o incluso que vayan variando, pero en general las podemos englobar en estas grandes categorías:

  • Estancia tradicional 100% productora. Estas son estancias dedicadas a la oveja o a la vaca que se dedican exclusivamente al cuidado del ganado y venta de su producto (bien carne de vacuno, venta de toros y terneros, o lana de oveja). Suelen ser estancias con extensiones muy grandes de terreno (es ganadería extensiva). Es decir, las vacas y ovejas campan a sus anchas libres por el campo (vallado, eso si) durante todo el año. Y una vez al año escuadras de esquila las agrupan a caballo y procesan todo de una vez. Esta es una de las razones por las que no se trabaja la vaca lechera. La estancia suele ser familiar y contar con la ayuda de uno o varios gauchos y quizá alguien en la casa. Normalmente no se pueden visitar.
Estancia La Josefina
  • Estancia 100% productora que ofrece alojamiento. Esta es la misma que la anterior, pero han empezado a diversificar y ofrecen tímidamente habitaciones dentro de su casa. La familia lleva su vida de estancia (o granja) habitual, y en ocasiones te puedes unir a ellos en el pastoreo, o aunque sea a dar un biberón a los terneros (cosa que las niñas disfrutaron muchísimo!). El ofrecer estas habitaciones permite a la familia tener una línea de ingresos adicional y poder reinvertir (poner energía eólica por ejemplo), o incluso esperar antes de vender la producción anual de lana a que el precio suba. Esto es muy importante ya que los precios de la lana cambian mucho en función de los tratados y acuerdos internacionales.
Estancia Nibepo Aike
  • Estancias que fueron productoras pero que el turismo ha ganado la batalla. Si bien la Patagonia aun no está demasiado desarrollada a nivel de turismo (la mayoría de la gente vuela a los destinos principales como Bariloche, Calafate, Torres del Paine, etc), hay algunas estancias que han visto filón con el turismo. Empezaron como los anteriores, pero bien por su localización, o bien por su buena gestión turística, empezaron a recibir más y más visitantes. Poco a poco convirtieron su galpón de esquila a máquina en un pequeño museo donde hacer demostraciones de esquila tradicional (mucho más lenta), y el lugar de esquilar 500 ovejas en una semana al año, lo hacían de una en una cada día para que los turistas presencien el espectáculo. El quincho pasó de ser un comedor familiar a un pequeño restaurante donde ofrecer asado patagónico a las visitas, y la mayorá de las habitaciones de la casa se convirtieron en suites más parecidas a un hotel boutique. En algunos casos y dependiendo de la cercanía a un centro turístico importante (como el caso de Nibepo Aike), ofrecen tours de un día con demostraciones de esquila, ordeñe, y cabalgatas por alguna parte del parque nacional. Este modelo ofrece puro márgen y es capaz de absorver autocares enteros de visitantes cada día. Algunas de estas estancias aun conservan parte productora (vacas que campan libremente) y que generan un beneficio anual, pero claramente han pasado toda su estrategia a la explotación turística.
  • Finalmente está la Estancia “falsa”. Son lugares normalmente cerca de grandes destinos turísticos que nunca fueron una estancia pero han sido construidos para tener el mismo atractivo. ¡El llamarlo falsa no quiere decir que sea un mal lugar! Al contrario. Al ser más modernos y haberse pensado para el turismo desde el primer momento, suelen ser más cómodos, y tener más facilidades de hotel. También ofrecen cabalgatas y todo tipo de actividades similares, aunque no tienen el “encanto” rural real.

En definitiva, aunque hayamos creado estas categorías, lo cierto es que cada estancia, cada familia y cada lugar son un mundo distinto. La Patagonia tanto Chilena como Argentina es enorme y tiene distintos tipos de paisajes y gentes y en todas ellas hemos disfrutado tanto de paisajes maravillosos como de comida y bebida riquísima. Así que lo mejor para hacerse a la idea es, como dicen aquí, ¡agarrar un auto y manejar toda la ruta!

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