Hoy (bueno, en el momento de escribir esta entrada), hemos estado en Vang Vieng, Laos. Hemos estado haciéndo una de las actividades más famosas y típicas de esta ciudad, sino de todo Laos, el Tubing.
Un “tube” es eso, un donuts, un rosco, o vaya, el neumático de un tractor hinchado sobre el que puedes bajar por un río. ¿Cómo dar más emoción al asunto? Pon una serie de bares a lo largo del recorrido, con toboganes y cuerdas para tirarte al agua, y alcohol barato. Fiesta asegurada.
La actividad es espectacular. Alquilas el donut, y te tiras río abajo, mientras dejas que los encargados de los bares te “pesquen” literalmente, para tomarte una (o varias) cervezas, o cualquier cocktail combinado con whisky laosiano. ¿Suena bien verdad? Pues lo es. Tirarte al agua con los trapecios es muy divertido, y bajar con el neumático río abajo mientras los camareros te van a buscar nadando para que te tomes “la penúltima”.
Sin embargo todo tiene su lado oscuro. El problema es que Vang Vieng se ha convertido en una especie de Lloret de mar. La mayoría de la gente que llega aquí, con camisetas de beerlao y gafas de pasta, lo hacen por el olor de fiesta barata en un país extranjero. Durante esta actividad he tenido la oportunidad de hablar con mucha gente, y que me explicaran las razones de por qué Laos. La mayoría de ellos ni siquiera sabían que es un país comunista, cuales son sus problemas, o cómo es la gente.
Este es el problema, que el “viajero fiestero” se dedique a viajar con el único deseo de emborracharse barato una noche más, y no se preocupe lo más mínimo del país en el que está. Su historia, sus necesidades, su futuro, etc…
En fin, en cualquier caso, aquí os dejamos un video de lo que fue el tubing en Vang Vieng. Un desfase que no se podría hacer igual en el Pisuerga.