Nuestro tiempo por Argentina se va acabando. Y es que de los 5 meses de viaje que llevamos, este país se ha llevado la mayor parte. Puede que por su tamaño, pero también porque nosotros mismos le hemos querido dedicar más tiempo.
La ruta original nos llevaba desde Uruguay por carretera hasta Iguazú, desde donde entraríamos en Paraguay para recorrer este país durante Enero y Febrero. Sin embargo después de evaluar las opciones preferimos visitar Iguazú en avión (aparcando a nuestra querida Josefina en Buenos Aires mientras tanto), y volver hacia el Pacífico poco a poco recorriendo el centro y el noroeste argentino, no solo por lo mucho que nos está gustando este país, sino por todos los consejos que recibíamos en los que nos decían que no nos podíamos perder esta zona.
Tras cruzar por Gualeguaychu, emprendimos la ruta que nos llevó por Rosario y Córdoba. Decidimos pasar noches en las afueras de las ciudades (más fácil y sencillo con la furgoneta, y mas seguro), y ver brevemente éstas. Nuestro interes no está realmente en las ciudades y esta parte del recorrido era en realidad para conseguir llegar hasta la Villa General Belgrano, nuestro punto central para explorar la zona de la sierra de Córdoba. Esta Villa es una antigua colonia Alemana donde verdaderamente se respira ambiente bávaro. No sólo por la arquitectura estilo alpino, sino también por sus celebraciones de Oktoberfest (y Summerfest), los beer gardens y la cantidad de cerveza artesanal que se produce en la zona.
Una vez salimos de Villa General Belgrano, emprendimos nuestro camino al norte en varios días de conducción. Nuestro objetivo era visitar el parque Talampaya y sus alrededores en la provincia de La Rioja, una zona donde se encontraron multitud de fósiles del triásico, y se encuentra un cañón espectacular que recorre el “Río seco del Tala”, traducción del Diagita del cañón (o cajón como dicen aquí). Para ello hicimos noche en Chamical, y recorrimos los 150 kilómetros hasta llegar al parque. Allí se puede visitar de dos maneras: En un camión de una agencia, o en bicicleta con un guía. No se puede entrar al parque con tu propio vehículo, por razones de impacto ambiental. Y menos mal, porque por el terreno seguro que nos habríamos quedado encajados con Josefina. Hicimos el tour de casi cuatro horas que nos llevó por todo el cañón, y de vuelta retomamos la ruta hasta llegar a Catamarca.
En Catamarca nos dimos cuenta de que lo bonito no está en la ciudad, sinó en sus paisajes. Desde esta provincia se accede a la ruta conocida como “la ruta de los seismiles”, que camino a chile pasa por numerosos volcanes que superan la altura de 6.000m. No tenía sentido para nosotros cruzar a Chile desde aquí, ya que nos perderíamos todo el norte, ni tenía sentido dedicar un día entero de conducción paisajística con las niñas, por lo que hemos acordado que en algún momento volveremos a Argentina para recorrer la ruta 40 y la ruta de los seismiles a conciencia. Lo que si hicimos fue la cuesta de Portezuelo, la primera de las cuestas serpenteantes que recorrimos, y que nos ofreció unas vistas de Catamarca muy bonitas.
Y así estamos llegando al final del camino hasta llegar propiamente al norte, que corresponde con el último tramo de la ruta 40 y de la ruta 9, donde vamos subiendo por La Rioja (la de Argentina, no la de España, ¡aunque también tienen buenos vinos!), Catamarca, Tafí del Valle, San Miguel de Tucumán, Salta, Purmamarca y Humahuaca.
Este artículo continua en la parte 2…