A veces pregunto a la gente: “¿Crees en el destino?”. Normalmente, los que me conocen, me miran raro. Ingeniero de formación, cientifico de mentalidad, escéptico en general y empírico para mis demostraciones. ¿Cómo es posible que crea en el destino? El caso es que si lo explicamos en profundidad, quizá no suene tan raro. Y es que no me refiero a un destino donde absolutamente todo está programado y grabado en fuego. Si, creo en el libre albedrío, y creo en que cada uno es responsable de sus propias decisiones y de lo que hace con su vida (Por tanto, no me vale decir, “el destino ha querido que yo esté en esta situación”. Puede que la suerte haya jugado un papel importante, pero el mayor responsable siempre eres tu).
Cuando hablo de destino me refiero a la habilidad de plantar semillas, y conseguir que las que tienen que ocurrir, germinen. Buscar nuestra propia suerte, pero de forma que al final, siempre hay algo que nos indica hacia dónde hay que ir, y aquí es cuando llegamos a la sensación de “Estoy donde no tengo que estar”. Me explico:
En ocasiones, nos damos de bruces repetidamente contra un muro. Intentamos algo una y otra vez, lo seguimos intentando, poniendo toda nuestra voluntad y empeño… sin embargo algo no funciona bien. Hay algo que no termina de funcionar y no sabemos el qué. Pero de alguna forma, se siente raro. Puede que después de muchos intentos infructuosos consigamos nuestro objetivo, por ejemplo, conseguir un determinado trabajo, pero una vez hecho, no nos sentiremos bien por alguna razón, descubriremos algo más tarde que efectivamente “Estamos donde no tenemos que estar”.
De alguna forma, este no-destino nos indica señales continuamente. Nos ayuda a salirnos del camino de lo que “se supone” que tenemos que hacer, para entrar en el que “de verdad queremos hacer”. Sin embargo somos muy duchos en el arte de ignorar estas señales. “No, tengo que conseguir un trabajo en esta ciudad, porque es donde quiero vivir!”, “Seguiré trabajando en este proyecto 18 horas diarias, porque es lo que me hará progresar!”, “Estudiaré esa carrera porque es lo que mi familia espera de mi, aunque no me haga tanta ilusión”. Cada vez que ignoramos esta señal, estamos perdiendo un poco de nuestros sueños, y caemos en los sueños de los demás. No es que los olvidemos para siempre, es que cuando llegue el momento de ser demasiado tarde miraremos para atrás y nos arrepentiremos.
Pero el problema no es solamente este. En ocasiones, nos damos contra una pared continuamente en un proyecto, o para conseguir algo que realmente queremos, y entonces no estamos en el problema anterior sino todo lo contrario. Tenemos que ejercer perseverancia y darnos de bruces tantas veces como hagan falta, levantarnos y seguir intentándolo. Este ejemplo es típico en emprendedores por ejemplo, cuando intentan hacer que su proyecto tenga éxito.
La cuestión es, ¿Cómo identificar en cual de los dos estados nos encontramos? Nos estamos auto engañando para conseguir algo que de verdad no queremos, y por tanto es mejor pasar página y movernos a la siguiente etapa, o por el contrario, es un proyecto verdaderamente importante para nosotros y tenemos que seguir intentándolo hasta más no poder?
Difícil dilema y difícil solución. De hecho si el lector está buscando la respuesta no puedo más que defraudarle porque no la tengo, pero cualquier idea es más que bienvenida!
Película recomendada: The Management Bureau.