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Como no podía ser de otra manera, nos gusta tener experiencias dificiles de primera mano, buscar el camino menos fácil, y encontrarnos con cosas que no todo el mundo se encuentra. Esta es la historia de nuestros pimeros días en China.
Tras varios días en Hong Kong, mientras preparábamos el visado de China, pudimos empezar a adaptarnos a la cultura y costumbres. Si bien los hongkongnienses están a otro nivel muy superior al de los chinos de tierra firme. Empezar a ver carteles en cantonés por todas partes, y empezar a tener problemas para encontrar gente que hablara inglés nos reflejaba lo que íbamos a encontrar unos kilómetros hacia adentro del continente.
Después de varios meses intentando aprender el idioma (mandarín, que no cantonés), vimos que no iba a ser ni de lejos suficiente más que para decir cuatro palabras que nos sirvieran de guía, ¡pero menos es nada! Así que después de ver el espectáculo de luz que ofrece Hong Kong, cogimos el tren hacia Guangzhou, capital de GuangDong. Es en ésta región donde se fabrican 3/4 partes de la exportación China al resto del mundo. Esta región es la fábrica del mundo y Guangzhou su capital, que no se queda atrás en adelantos y rascacielos.
Nuestra intención era coger ese mismo día un tren hacia la provincia de Fujian, pero ahi descubrimos la aventura de los trenes en este país:
1. Es difícil comprar billetes si no hablas el idioma.
2. Van siempre llenos, y cuando se llenan te venden billetes para ir de pie en trayectos de muchas horas.
3. Salvo que tengas una litera, es incómodo, ruidoso y es muy difícil dormir.
Si bien también descubrimos la camaradería entre los chinos. No es raro ver que gente que ha comprado un billete sentado en el llamado “hard seater”, deja un hueco a alguno de los pobres que le ha tocado ir de pie, o se van intercambiando, una hora tu y una hora yo.
Finalmente conseguimos un tren para el día siguiente en asiento duro. Así que matamos el tiempo viendo un poco Guangzhou y sintiéndonos un poco como en casa. ¿Cómo? Pues visitando nuestra propia casa, en un Ikea que había cerca de nuestro hotel. Ahí pudimos ver nuestra casa en su totalidad y disfrutar de unos perritos calientes suecos que nos devolvieron a Europa por unos minutos. Al día siguiente cogimos el tren en lo que sería el inicio de nuestra aventura China.
Después de casi 8 horas tratando de mantener conversación con la gente del vagón (donde al menos 1 persona de unas 200 podía decir 4 palabras en inglés). Nos despedimos de nuestros nuevos amigos para bajarnos en YongDing. Eran las 2.30 de la madrugada, todo estaba oscuro y los pocos viajeros que se bajaron inmediatamente desaparecieron de la estación. Así que ahí estábamos, en una pequeña ciudad que no conocíamos, donde nadie habla inglés, de noche, a las 2 de la madrugada, sin hotel y con un mochilón a la espalda.
Suerte que varios taxistas esperaban afuera a incautos turistas como nosotros, y por una no despreciable suma nos ofreció llevarnos directamente a un Tulou, una de las fortificaciones circulares típica de esta región, y razón por la que vinimos a este lugar. El camino fue arduo, por carreteras oscuras y apenas asfaltadas, pero al final media hora más tarde, llegamos a nuestro destino.
Los distintos asentamientos de Tulous están bastante separados unos de otros, por caminos o carreteras de montaña bastante complicados. Cada asentamiento tiene una entrada que hay que pagar religiosamente, entrada que nosotros no adquirimos al entrar a las 3 de la mañana. El taxista nos dejó en uno de los Tulous más famosos, conocido como King Tulou, que además de ser patrimonio de la humanidad, también alquila habitaciones a extranjeros por una módica cantidad. Y fue aquí donde empezó una de nuestras primeras experiencias totalmente locales en China, pero eso es material de otro post para más adelante.
A la mañana siguiente, tras dormir unas 6 horas, nuestro Tulou ya estaba lleno de movimiento y de turistas, así que después de una ducha rápida decidimos salir a buscar necesidades básicas: Desayuno y agua (“fán” y “shué” que dicen por aquí). Al llegar al restaurante nos dimos cuenta de que nos habíamos dejado el dinero en el Toulu, de forma que dejé a Laura en el restaurante con la comida y me fui de una carrera a la habitación, debería ser cosa de 5 minutos. Pero lo siguiente que Laura pudo ver fue, 20 minutos más tarde, que me metían en un coche de policía de camino a no se dónde.
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Imagínese querido lector que usted se encuentra con su pareja en un sitio donde en muchos kilometros a la redonda con suerte te encuentras 1 persona que hable inglés. En un país con un régimen estricto con los turistas, y solo puedes ver a tu pareja que se lo llevan en un coche de policía.
Al final todo fue un malentendido sobre si necesitábamos o no entrada, y todo se arregló tras fotocopiarnos los pasaportes, pero no sin antes usar las manos, pintar, entendernos y desentendernos con la policía. Ps. no nos libramos de comprar la entrada!.
Más información sobre los Hakka y las Tulou houses en Fujian en el próximo post
Jo, que diver. pero dinos, ¿Por que te metieron en un coche de la poli? ¿Solo por correr?
Supongo que algo harías, ¿o no? Supongo que como minimo te verias haciendo trabajos forzados en la Mongolia Exterior.
Amplia por favor. Gracias.
Es una larga historia. Dejarnos el dinero en la habitación que está DENTRO de la zona en la que hay que comprar el ticket. Por tanto no podía ni entrar ni comprar el ticket. Pero al final encontramos UNA! policía que chapurreaba un poco de inglés, y simplemente me llevó a otro sitio para hacer un checkin y saber dónde estábamos. Pero la escena fue épica!