La tradición, parece ser, es que cuando uno se casa debe celebrarlo por todo lo alto, con el mayor número de invitados posible y siguiendo un estricto orden de acontecimientos que no se deben separar demasiado de lo estipulado. El tipo de convite, ceremonia, palabras a decir, cogorza de aquel familiar que hace años que no ves…
Pero una de las cosas tradicionales que más toca los cojones es el regalo fatídico. Dicen, que en las buenas familias serán los padres (de él y ella) los que asumirán la mayor parte de los costes (de forma que en la mayoría de familias españolas, cuando dejan de comprar pañales, empiezan a meter el dinero de la boda en una hucha). Algunas familias más progres los benefactores se limitan a pagar únicamente aquellos invitados que vienen de su parte (tíos a los que no quieres ni ver, amigos que cuando eras pequeño te tiraban de los mofletes, incluso el director del banco, que hay que caerle en gracia a ver si nos rebaja unos puntos la hipoteca).
La filosofía de todo esto es que las bodas se han convertido en un negocio de tonto el último. La tradición se ha convertido en enviar una invitación (que cuando llega al buzón empieza a sonar la banda sonora de El Resplandor), donde después de las tipografías presuntuosas con el nombre de los novios, y muchas veces de los que pagan (es decir, sus padres), te invitan amablemente a no tocar los cojones con batidoras, sabanas y cuberterías, y a meter el dinero como dios manda en la cuenta bancaria. Si eres de fuera, te la darán con el IBAN y el SWIFT también.
El veterano en bodas sabrá que lo cortés consiste en hacer una transferencia equivalente al coste del cubierto, “y un poquico más” para los novios que empiezan una nueva vida ya sin pecado. Para averiguar el coste del cubierto uno ha de hacer toda una labor de investigación de cómo de pijo (e hijodeputa) es el lugar en cuestión, que como todo buen empresario en la industria de las bodas, sabiendo que paga otro, hincha sus precios a saco. Al final nos encontramos restaurantes que ponen un menú del día por precios entre los 100 y los 300€ por cubierto (en bodas más o menos normales, en las menos normales puede subir indefinidamente) donde al menos incluyen una barra libre de Gintonics metidos en escanciadores para no enseñar que en realidad es Larios malo malo.
Pero lo peor de todo no acaba aquí, sino que los novios siguiendo este estilo (también avispados en el negocio) hacen sus cuentas y estiman y asumen que los regalos (o aguinaldos monetarios), les servirán para pagar el convite, y con un poco de suerte para esas vacaciones en las Maldivas. De puta madre, hemos usado a nuestra familia y amigos para sangrarles los bolsillos, que nos paguen un banquete que ellos no han pedido y hacernos especiales por un día. Oye, un día es un día, y ya lo harán ellos (algunos mamones hasta varias veces a lo largo de su vida!!)
Todo esto es pura mierda. Me explico.
Aquellas personas que asisten a mi boda, lo hacen porque tienen una relación determinada conmigo. Han sido amigos, familiares, compañeros, socios, etc… Gente de la que al fin y al cabo he aprendido y les debo buenos y malos momentos de mi vida y viceversa. En primer lugar, no quiero a nadie que venga por compromiso, porque toca, o que diga “Pfff” cuando ve la invitación. Solo gente que diga “Wow!”.
Siguiendo este patrón, si solo éstas personas asisten se entiende que son gente que nos conoce, al menos a una parte de la pareja y por tanto es capaz de dedicar un mínimo tiempo a plantear qué podría ser un buen regalo de boda.
Cuando se plantea un regalo monetario, o incluso una lista de bodas, suele ser por pragmatismo. Así no te encuentras con 4 cuberterías, dos licuadoras y 5 juegos de sábanas, y no haces pensar demasiado a la contraparte. Pero es que precisamente ahí está el problema. Si alguien me regala una licuadora (estoy sentando bases ya), quiere decir que no ha dedicado ni un rato a pensar en la pareja y se ha ido a lo puramente tradicional: Voy a la boda porque toca y hago un regalo porque es “lo que hay que hacer”. ¡Olvidémonos de “lo que hay que hacer” que alguien nos metió en la cabeza hace tiempo, y centrémonos en lo que hace ilusión, lo bueno, lo que nos define, lo que miraremos atrás en el futuro y diremos “Que cabrones, cómo se lo curraron”!.
Si damos una lista de bodas, o sugerimos regalos, estamos rompiendo esta magia. La idea de que los invitados, como personas especiales que comparten un momento con una pareja que se casa dedican un tiempo a pensar qué recuerdo quieren dar de su presencia en el lugar. No necesariamente tiene que ser algo artesano, o algo caro. Puede ser cualquier cosa, pero que defina lo que aprecias de la pareja, lo que define la relación entre vosotros, o que de a entender ese conocimiento intrínseco de saber qué es lo que de verdad hace ilusión. Nosotros, por ejemplo, acostumbramos a regalar experiencias, de esas que quedan durante mucho tiempo, y luego se recuerda mejor.
Por poner un ejemplo: Imaginemos que somos jefes, y uno de nuestros empleados tiene que realizar una tarea que para nosotros es evidente, pero él es la primera vez que la hace. Mientras le vemos cómo sufre para hacerla tenemos dos opciones: Darle pautas pero dejarle que lo haga él, o quitarle del medio y hacerlo nosotros directamente, de forma rápida y eficiente. Imagino que muchos de los lectores estarán de acuerdo en que el método más adecuado es el primero (y los que respondan el segundo les recomiendo buscar más experiencia en gestión de equipos). Pues bien, permitir dar dinero, dar una lista de regalos a elegir, o sugerir qué cosas nos gustarían viene a ser eso mismo. La opción fácil que evita pensar.
Para nosotros personalmente, la mera presencia de los invitados es regalo suficiente. Por suerte no necesitamos nada, y lo que más valoramos son los gestos personales. Vuestra presencia y cariño. Todos los invitados estáis por alguna razón concreta: En algún momento nuestras vidas se han cruzado, y habéis dejado huella de la misma forma que nosotros esperamos haberlo hecho en la vuestra. No queremos ningún regalo, pero si sois unos cabezotas, entonces tendréis que curraros algo :)
No a las listas de boda!