Nota: Este post sale con dos meses de retraso!
Después de estos dos años dando tumbos por el mundo, mi visión sobre la vida, y por qué ocurren las cosas ha cambiado bastante (como el atento lector habrá comprobado con la evolución de los artículos aquí publicados). De ser una persona totalmente empírica, de pensamiento científico y escéptica por naturaleza, a creeer en cierta manera en el destino y en que para algunas cosas, la vida confabula contra ti para que ocurran. Tanto para bien como para mal.
Hemos tenido ejemplos de esto durante todo el viaje. Cosas que no tenían por qué ocurrir y que por mucho que nos empeñábamos simplemente no salían bien, y cosas que nunca pensábamos podrían ocurrir, ocurren y con todos los factores necesarios. Oportunidades únicas aparecen, y al final todo sale bien. Y es que cuando uno hace las cosas bien, la vida te recompensa y te ofrece lo que de verdad quieres.
Mi carrera profesional siempre ha estado centrada en ser emprendedor, empresas de internet, etc. Soy un workohólico que dicen. Me encanta mi trabajo, me encanta iniciar proyectos y la euforia de lanzar cosas nuevas. De hecho en los últimos meses he estado promulgando el estilo de vida nómada (el que hemos llevado durante todo este viaje). Con el que uno puede trabajar y subsistir mientras viaja y se mueve por cualquier parte del mundo. Pues bien, este estilo de vida ha cambiado.
Los que me conocen saben que desde hacía tiempo le daba vueltas a hacer un MBA (Master in Business Administration). Que lo consideraba un paso importante en mi carrera, siempre que fuera en una escuela de negocios de prestigio, y que me daría el título que siempre me ha faltado (a este pobre ingeniero que nunca terminó la carrera). He tenido distintas oportunidades de hacerlo, pero cuando empezamos el viaje la idea se desvaneció completamente.
Durante el último mes, sin embargo, una oportunidad volvió a meterme la idea en la cabeza. La universidad de Nyenrode, la universidad de negocios más importante de Holanda, y de las más importantes de Europa, lanzaba un concurso donde ofrecían becas para estudiar su MBA Internacional. En un ataque de espontaneidad me decidí a participar escribiendo un pequeño ensayo de lo que consideraba “innovación”. Por supuesto sin muchas intenciones de ser escogido.
Varias semanas, y un par de fases después, me informaban de que estaba entre los 100 finalistas escogidos, y que tendría que exponer en 2 minutos a través de videoconferencia por qué soy la persona adecuada para recibir la beca. En esos momentos me encontraba en la escuela shaolin en china, donde la conexión no era nada buena, completamente insuficiente para hacer video por internet. Después de varios intentos lo conseguimos hacer a través de llamada telefónica.
2 horas después me comunicaban que les había impresionado mi currículum y mi espíritu emprendedor, y que me daban una de las becas del concurso. Una beca por valor de 32.500€ que cuesta un año de estudios en este programa. La sorpresa fue tremenda.
Como comentaba anteriormente, a veces las cosas ocurren por una razón, y esta parece ser una de ellas. Todo ha confabulado para que acabe ocurriendo. Por ejemplo, al mismo tiempo que conseguía la beca, Laura era ascendida en su trabajo a coordinadora de recursos humanos, trabajo que puede hacer de forma totalmente online.
Hasta el momento en que me dijeron “enhorabuena” no me había parado a pensar las implicaciones que esto tenía. Parar el viaje, posponer Tíbet, Nepal, dejar Sudamérica para otro momento, etc.. Y además arrastrar a Laura conmigo a Holanda! Sin embargo una oportunidad de este tipo no se puede desaprovechar, y ¡hey! Sudamérica no se va a mover del sitio…
La beca estaba ligada a pasar el proceso de admisión común para cualquier otro estudiante, que consiste en la redacción de varios ensayos, cartas de recomendación y sobre todo pasar el GMAT (General Management Admission Test). Un examen que prueba tus habilidades de crítica lectora, redacción correcta (en inglés) y habilidades matemáticas básicas). Se puntua de 0 a 800 puntos y en la universidad piden un mínimo de 600. Con 3 días para preparar el examen, y entre entrenamiento y entrenamiento de Kung Fu nos fuimos a Shanghai. Mi puntuación fue de 610.
Desde septiembre hasta el siguiente septiembre de 2012 estamos instalados en Breukelen, a medio camino entre Amsterdam y Utrecht, en un castillo de varios cientos de años. En cierta manera me sentiré como parte de los tercios viejos (un poco menos recio), pero reinvadiendo Flandes en nombre de la corona :) Esta vez, no tendré que reptar entre caponeras, sino lidiar entre trajes y corbatas y volver al mundo corporativo que tan poco me gusta pero que tanto echo de menos igualmente.
Nos vemos en Holanda!
Como te lo curras sergio,yo que estoy ahora en barcelona,sin trabajo,sin dinero,he
vivido en Holanda 22 años,no se si volver……….
La verdad que da gusto el poder leeros………..Como viajar por el mundo,descubrir la manera de hacer dinero,esa es mi lucha.
Un abrazo